10 noviembre 2014

01 noviembre 2014

Reseña: Oración por Owen.

Título original: A prayer for Owen Meany 
Autor: John Irving 
Editorial: Tusquets Editores 
Año: 1989 
Nº páginas: 513 
Precio: 11.95 

Puntuación: 5/5 

Sinopsis: John Wheelwright, un hombre maduro, anglicano y virgen por convicción, recuerda a su mejor amigo de infancia, Owen Meany, un extraño niño enclenque y bajito, de voz quebradiza y una excepcional capacidad de predicción, con el que jugaba al béisbol. A partir de un extraño accidente en que muere la madre de John, Irving nos sumerge en una extraordinaria historia, tierna y terrible, cómica y amarga a la vez, llena de acontecimientos anómalos y a veces milagrosos. 

Seis semanas me ha llevado terminar de leer esta maravilla. Aunque 500 páginas no parezcan demasiadas, el tamaño de letra en esta edición no supera los tres milímetros de alto por caracter. Así que la novela tiene miga: muchos personajes, muchas anécdotas y más de una década en las vidas de John y Owen. Aún así, el estilo de Irving consigue que no olvidemos ningún detalle, bien mediante repeticiones o con descripciones exhaustivas. Y es que cualquier cosa que se relata, por trivial que parezca, va a ser crucial a la hora de encajar todas las piezas. 

Los dos temas principales son la amistad y la fe, razón por la que este libro queda incluido en la lista de novelas diseñadas para mí. Owen Meany, el único amigo de John, es un chico de lo más peculiar. Apenas sobrepasa el metro de altura, su voz infantil y estridente perdurará incluso pasada la pubertad, y su fe en Dios es inquebrantable. Durante un partido de baseball, Owen golpea accidentalmente a la madre de John, causándole la muerte. Devastado, Owen asume que aquello había sido inevitable, y que él es un instrumento de Dios. 
A partir de aquí, el escepticismo de John a este respecto irá poco a poco transformándose en una fe verdadera, pues sucesivos hechos irán probando que Owen no solo es un héroe, sino también un milagro. 

Oración por Owen muestra que todo está predestinado. Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, y ese plan es inexorable. Owen, al ser un instrumento especial, lo sabía mejor que nadie. Su voz y sus palabras, siempre en mayúscula, eran inescrutables. No importa si se es católico, protestante, anglicano, congregacionalista o ateo. Todos formamos parte del mismo juego. En ese sentido, todos estamos mancos. Y es que la fe es el precio de no estar asustado. No obstante, del mismo modo en que esta historia ha alimentado mi fe, quizá no sería tan recomendable para aquellos que no crean mucho en estas cosas.

Otro tema recurrente es la crítica a la dudosa moral estadounidense, así como a la inútil participación en la guerra de Vietnam. Suelo dejar a un lado los temas políticos y leer saltando líneas, pero es necesario saber que aquella guerra, al igual que cualquier otra, no tuvo ningún sentido. Sus secuelas se ven por doquier en Estados Unidos, pero supongo que a finales de los 80 la herida estaba incluso más abierta. 

En definitiva, una historia de amistad, fe y milagros en ese entorno que tanto me gusta: los 50 y 60 en un pueblecito de Estados Unidos. No puedo pedir más. 

¿No comprendes, Johnny? Si pudiera, se cortaría las manos por ti... así se siente por haber tocado ese bate. Así nos sentimos todos. Hemos perdido una parte de nosotros mismos. 

Sabe Dios que Owen me dio más de lo que tomó de mí... incluso teniendo en cuenta que se tomó la vida de mi madre. 

Se puso furioso cuando sugerí que cualquier cosa era un accidente, especialmente cualquier cosa que le hubiese ocurrido a él. Owen no creía en las casualidades. Estaba convencido de que la casualidad era un refugio estúpido y superficial que buscaba la gente estúpida y superficial, incapaz de aceptar que sus vidas estaban conformadas por un aterrador designio. 

Cuando muere inesperadamente una persona que amas, no la pierdes de golpe; la vas perdiendo a fragmentos durante largo tiempo... Poco a poco acumulas los fragmentos de ella que ya no están. Y cuando llega el día en que un determinado fragmento que falta te abruma con la sensación de que ella se ha ido para siempre... llega otro día y otro fragmento específicamente ausente. 

¿Cómo puedes ser dichoso si te pasas la vida pensando en hacerlo? 

Poseía la torpeza no específica de quien hace un esfuerzo tan constante para pasar inadvertida, que termina siendo creativamente torpe. 

La burla cruel y deliberada es peor que la bebida; los estudiantes que atormentan a sus compañeros y se mofan despiadadamente de ellos, son culpables de una transgresión más punible, sobre todo en los casos en que tu borrachera no perjudica a nadie salvo a ti mismo. 

Si te interesa algo, tienes que protegerlo... Si eres lo bastante afortunado para descubrir una forma de vida que te guste, debes encontrar el coraje de vivirla. 

Cuando todo esto termine, mi mejor amigo debería cortar limpiamente con el pasado... Debería empezar de nuevo, sencillamente. 

Si no podía oír la voz de Owen, no quería oír la de nadie. La única voz que quería oír era la de Owen, y cuando Maribeth Baird me habló comprendí que mi amigo ya no estaba.

 

06 octubre 2014

Reseña: Algún día este dolor te será útil.


Título original: Someday this pain will be useful to you 

Autor: Peter Cameron 
Editorial: Libros del Asteroide 
Año: 2007 
Nº de páginas: 250 
Precio: 18.95 

Puntuación: 5.7/5

Sinopsis: Pese a haber sido admitido en la prestigiosa Universidad de Brown, James Sveck no está seguro de querer ir; lo que de verdad le gustaría es comprarse una casa en el campo y pasarse el día leyendo, sin ser molestado; detesta relacionarse con gente de su edad, a la que evita y con la que piensa que no tiene nada en común. La narración de James nos ofrece una sarcástica y divertida mirada sobre su confusa vida, sobre cómo su desestructurada familia y su psiquiatra tratan en vano de ayudarle, o sobre cómo intenta, torpemente, aclararse y salir de su aislamiento.

En todas las clases de guión se enseña que, para construir una buena historia, es necesario que el protagonista tenga un objetivo claramente definido, así como la presencia de un factor antagonista que le impida lograrlo, generando un conflicto. Además, insisten en que dicho conflicto ha de ser externo si quieres que alguien te compre la idea. Bullshit.

A veces hay que salirse de las normas establecidas. Y es que un conflicto interno, al menos en literatura, puede darle mil vueltas a cualquier impedimento tangible. Personalmente, las historias que más me gustan son aquellas basadas en los pensamientos del protagonista, en ese quiero y no puedo por el simple hecho de que yo soy yo. Este concepto resume burdamente el argumento del libro que nos ocupa.

James, desde ahora uno de mis mejores amigos ficticios, ha de enfrentarse a esa temible brecha entre el instituto y le universidad, que normalmente consiste en un agónico verano. Ha de plantearse qué necesita hacer, y qué se espera de él que haga. ¿Por qué tiene que relacionarse con la gente si no le aporta nada, ni tiene inclinación a hacerlo? ¿Por qué tiene que ir a la universidad, cuando podría vivir tranquilamente en una casa de Oklahoma? ¿Por qué ha de ver a una psicóloga que solo responde a sus preguntas con otras preguntas?

Poco a poco, James irá explorando en su interior, averiguará cómo se siente realmente y decidirá en qué cosas ceder, y en qué cosas no. Indagará en sus traumas del pasado y reunirá la fuerza para superarlos. Lo mejor de todo es que dicha superación no se da en 250 páginas. Esta novela es simplemente el principio, el punto de inflexión en la vida de alguien que se ha perdido. El camino de ascenso se deja en el aire; uno acaba el libro con ganas de saber más sobre la vida posterior del protagonista. Para entonces, James se habrá ganado un hueco entre nuestros amigos, y sentiremos la necesidad de llamarle para ver cómo está y qué tal le fue después.

No veo la utilidad de pasar cuatro años aprendiendo un montón de cosas que no me interesan y que sin duda olvidaré, tan solo porque eso es lo que se debe hacer. Además, no soporto la idea de pasar cuatro años en compañía de estudiantes universitarios. Me aterra.

Detesto que mi padre haga esta clase de observaciones sobre mi madre o que ella las haga sobre mi padre. Creo que cuando te divorcias pierdes el derecho a comentar las acciones o el carácter de tu ex.

La idea de ser bibliotecario me atraía mucho: trabajar en un sitio donde la gente tenía que susurrar y solo hablaba cuando era necesario. ¡Ojalá el mundo fuese así!

Todos los demás parecían poder emparejarse, encajar sus partes de un modo agradable y productivo, pero alguna diferencia en mi anatomía y mi psiquis parecía apartarme de ellos de una manera leve pero irrevocable.

Hay pocas cosas que odie más que cuando la gente te ve solo y reacciona como si eso constituyese un problema para ellos.

-Estaba pensando en la mujer que murió en 11 de septiembre y de la que nadie supo que había desaparecido.
-¿Qué te ha hecho pensar en esa mujer?
-No lo sé. Se me ha pasado por la cabeza.

Quienes solo han tenido buenas experiencias no son muy interesantes. Puede que estén contentos y sean felices, pero son superficiales. Lo difícil es no dejarte abrumar por las malas rachas. No debes permitir que te derroten. Tienes que verlas como un regalo... un regalo cruel, pero regalo a fin de cuentas.

Canción de la semana #48


Royal Blood - Out Of The Black

12 agosto 2014

Canciones de las semanas #38 #39 y #40


Frank Sinatra ~ My Way


Lucie Silvas ~ What You're Made Of


Simon & Garfunkel ~ The Boxer

02 julio 2014

Reseña: Entre tonos de gris.

Título original: Between shades of gray 
Autora: Ruta Sepetys 
Editorial: Embolsillo 
Año: 2011 
Nº páginas: 286 
Precio: 8.90 

Puntuación: 4/5

Sinopsis: Junio de 1941, Kaunas, Lituania. Lina tiene quince años y está preparando su ingreso en una escuela de arte. Tiene por delante todo lo que el verano le puede ofrecer a una chica de su edad . Pero de repente una noche, su plácida vida y la de su familia se hace añicos cuando la policía secreta soviética irrumpe en su casa llevándosela en camisón junto con su madre y su hermano. Su padre, un profesor universitario, desaparece a partir de ese día. Lina relata el largo y arduo viaje que emprenden, junto a otros deportados lituanos, hasta los campos de trabajo de Siberia.

Entre tonos de gris desentierra un capítulo olvidado de la historia. Cuando hablamos de genocidios, o de campos de trabajos forzados, el holocausto nazi es lo primero que nos viene a la mente. Pero lo cierto es que, a lo largo de la historia, otros muchos dictadores han llevado a cabo las mismas prácticas atroces. Stalin, presidente de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, fue uno de ellos. En concreto, arrasó las penínsulas bálticas, entre las que se encontraba Lituania. Lina, protagonista de la historia, pertenecía a una de esas familias lituanas que, sin motivo alguno, fueron acusadas de antisoviéticas y transportadas a campos de trabajo en Siberia.

Se trata de una historia dura que, como la mayoría de las circunstancias extremas, saca a relucir la fortaleza y la valentía de quienes la integran. A posteriori de un gran trabajo de investigación por parte de la autora, se muestra cómo era la vida de estos presos, desde su injusta deportación hasta el sufrimiento en los propios campos de trabajo.

Más allá del trasfondo histórico, lo primero que se debe agradecer es la madurez de Lina. Esta historia contada por una insulsa adolescente habría sido insoportable. Es consciente de las cosas; tiene esperanza, pero no es tonta. Y ello le permite cuidar de su madre y de su hermano. Este último, de tan solo diez años, se verá obligado a madurar de la peor forma posible. Aún así, su fortaleza y su eterna predisposición a ayudar son dignas de admirar.

En definitiva, Entre tonos de gris reúne todas las características de este tipo de historias: la crudeza y la desesperación, pero también la solidaridad, la humanidad de quienes tratan con inhumanos.

02 junio 2014

Reseña: Bajo la misma estrella.


Título original: The fault in our stars
Autor: John Green
Editorial: Nube de tinta
Año: 2012
Nº páginas: 300
Precio: 15.95

Puntuación: 1/5

Sinopsis: A Hazel y a Gus les gustaría tener vidas más corrientes. Algunos dirían que no han nacido con estrella, que su mundo es injusto. Hazel y Gus son solo adolescentes, pero si algo les ha enseñado el cáncer que ambos padecen es que no hay tiempo para lamentaciones, porque, nos guste o no, solo existe el hoy y el ahora. Y por ello, con la intención de hacer realidad el mayor deseo de Hazel -conocer a su escritor favorito-, cruzarán juntos el Atlántico para vivir una aventura contrarreloj, tan catártica como desgarradora. Destino: Amsterdam, el lugar donde reside el enigmático y malhumorado escritor, la única persona que tal vez pueda ayudarles a ordenar las piezas del enorme puzzle del que forman parte...


Pereza me está dando reseñarlo, pero supongo que voy a hacerlo por la misma razón por la que lo terminé, por quitármelo de encima. Lo compré por las buenas reseñas que había leído, porque prometía ser una bonita historia y porque todo el mundo hablaba de él. Pues bien, este libro me ha enseñado a guiarme más por mi propio criterio.

Ya de primeras, comienza con una nota del autor diciendo que no hemos de creernos la historia de sus personajes, que es totalmente inventada. Duh! , que dirían los americanos. Obviamente, se presupone que es ficción, pero no le quite usted la poca magia que pueda tener desde el principio.

Aunque, de todas formas, resulta imposible sumergirse en la trama. El tema de los chavales con cáncer, en primer lugar, está demasiado trillado y si se aborda, ha de hacerse bien y justificadamente. En segundo lugar, es un asunto delicado, con gran implicación emocional, que la novela solo muestra ligeramente en la relación de la protagonista con sus padres. Y hablando de Hazel, no me ha parecido un personaje identificable. Demasiado inmadura, demasiado blanda y fácil de sorprender.
Por extensión, es difícil identificarse con cualquiera de los personajes. Todos pierden el encanto al abrir la boca, excepto quizás Isaac, pero es demasiado secundario, por supuesto.

En definitiva, es una historia de un amor que no es amor entre dos personas que saben que les queda poco tiempo, e intentan aprovecharlo al máximo posible. Una chica que se preocupa por su familia, pero cuya falta de madurez le impide demostrarlo correctamente. La trama, basada en la búsqueda de un autor, termina por ser bastante pobre. Y la enfermedad no supone más que la única cualidad de la que disponen los personajes para intentar, sin éxito, ganarse la simpatía del lector.

Ha quedado claro que no es una novela que recomiende pero, como digo siempre, para gustos, los colores. Os dejo el trailer de la peli, que se estrenará en breves:


01 mayo 2014

Reseña: Memorias de un amigo imaginario.

Título original: Memoirs of an imaginary friend 
Autor: Matthew Dicks 
Editorial: Nube de tinta 
Año: 2011 
Nº páginas: 430 
Precio: 16.95

Puntuación: 5.8/5 

Sinopsis: Max solo tiene 8 años y no es como los demás niños. Él vive para dentro y cuanto menos le molesten, mucho mejor. No le gustan los cambios, las sorpresas, los ruidos, que lo toquen ni que le hagan hablar por hablar. Si alguien le preguntara cuándo es más feliz, seguro que diría que jugando con sus legos y planeando batallas entre ejércitos enemigos. Max no tiene amigos, porque nadie lo entiende y todos, hasta los profesores y sus propios padres, quieren que sea de otra manera. Solo me tiene a mí, que soy su amigo desde hace cinco años. Ahora sé que Max corre peligro y solo yo lo puedo ayudar. El problema es que Max es el único que puede verme y oírme. Tengo mucho miedo por él, pero sobre todo por mí. Los padres de Max dicen que soy un amigo imaginario. Espero que a estas alturas tengas claro que no soy imaginario. 

Estamos ante una de mis mejores lecturas del 2012, si no la mejor. Con ella, nos adentramos en el mundo de los amigos imaginarios, tan reales como las personas (y digo personas, y no niños) que los crean. Pero, cuando su existencia se debe a la imaginación de un niño, estos amigos son todo ternura, y su comprensión del mundo prescinde de todo lo accesorio para ir directa a la verdad.

Budo es el amigo imaginario de Max y narra la historia, por lo que a través de él podemos conocer los pensamientos de este niño. Max es especial, pues presenta cierto grado de autismo. Por tanto, a lo largo de la historia, veremos las cosas desde el peculiar punto de vista de alguien que padece esta mal denominada ''enfermedad''. Puedo asegurar que, al acabar el libro, deseas que todas las personas del mundo sean autistas (al menos, en un grado como el de Max). Igual de metódicas, igual de inteligentes, igual de curiosas, igual de creativas. No hacer ni decir nada que no sea imprescindible. Todo sería mucho más sencillo. 

Sin embargo, no es un libro de autismo. Se trata de una situación real, una aventura o, mejor dicho, un problema que Budo tendrá que solucionar a pesar de las limitaciones impuestas por su condición de imaginario. Un libro lleno de amor y ternura, con un desenlace que hará llorar, aunque no de tristeza, a las almas más sensibles. 

Deja de leer esto, ve a tu librería más cercana y cómpralo. 

 - No tendrías que preocuparte por ti mismo. Es posible que salvándolo a él te salves tú, pero eso no importa. 
- ¿Te morirás cuando Grace se muera? 
- Creo que sí. Eso espero.

24 marzo 2014

Reseña: Jane Eyre.

Título original: Jane Eyre
Autora: Charlotte Brontë
Editorial: Alianza
Año: 1847
Nº páginas: 656
Precio: 10.90

Puntuación: 6/5

Sinopsis: Dueña de un singular temperamento desde su complicada infancia de huérfana, primero a cargo de una tía poco cariñosa y después en la escuela Lowood, Jane Eyre logra el puesto de institutriz en Thornfield Hall para educar a la hija de su atrabiliario y peculiar dueño, el señor Rochester. Poco a poco, el amor irá tejiendo su red entre ellos, pero la casa y la vida de Rochester guardan un estremecedor y terrible misterio.

Segundo libro que se lleva el 6 en lo que llevo de reseñas (y de lecturas vitales). Sí, me paso un poco por el forro la puntuación fraccionada, ¿pero qué le voy a hacer si algunos libros se salen de lo calificable? Este en cuestión, destaca con creces.

Más de seiscientas páginas narradas en primera persona permiten conocer a Jane Eyre como si fuéramos ella misma. Hablo en sentido figurado, pues su carisma, fortaleza, determinación y humildad son difíciles de igualar. Dichos rasgos, además, resultaban del todo inusuales en el sector femenino de la época. Jane Eyre es uno de los personajes a quien más he llegado a admirar, con cada decisión que tomaba y con cada pensamiento que cruzaba su mente. He sufrido con ella en sus peores momentos, y me he sentido orgullosa de sus logros.

En cuanto al señor Rochester, he tenido un problema. Me he enamorado yo también. Cada párrafo suyo me cortaba la respiración, me ponía literalmente la piel de gallina o me dejaba tumbada en la cama (o en el suelo, según me pillase, porque no hay espalda más sufrida que la de un ávido lector). No es el típico galán encantador, misterioso o prepotente (lo habría odiado si fuera este el caso). No. Se trata de un ser torturado por los errores cometidos en el pasado, pero que sin embargo ha aprendido de la experiencia. No se deja llevar por las primeras impresiones; rechaza las apariencias y los bienes terrenales. Como él dice, no sirve de nada la jaula si no se puede acceder al pájaro, que en todo momento ha de ser libre.

Con dos protagonistas como estos, queda demostrado que no hay amor más profundo que el profesado por quien no cree que merezca ser correspondido. No me quiero olvidar de Helen Burns, única amiga de Jane durante su estancia en el internado. Aunque su aparición es breve, basta para darnos unas cuantas lecciones de humildad, resignación, bondad, fe y esperanza.

Por otro lado, es una preciosidad cómo está escrito. No resulta difícil de seguir, pero queda claro que nunca debimos abandonar el lenguaje del siglo XIX. He repetido la lectura de muchos fragmentos, debido no a la incomprensión, sino al simple deleite de leerlos.

En definitiva, Jane Eyre es un must-read en toda regla. Ha cambiado mi trayectoria como lectora y ha afianzado mis propios valores, aunque no por ello quedo exenta de enseñanzas. Como norma, asumiré que el apellido Brontë es sinónimo de genialidad impresa.

Es una sensación muy extraña para una persona joven y sin experiencia encontrarse totalmente sola en el mundo, alejada de todo lo conocido, insegura de poder alcanzar su destino e incapaz, por muchos impedimentos, de volver al lugar de origen.

Si hubiese sido un caballero guapo de aspecto heroico, mi instinto me hubiera dicho que no podría ni querría congeniar conmigo, y lo habría evitado como evitaría el fuego, los rayos o cualquier otra cosa brillante pero hostil.

Todos los sentimientos buenos, puros y vigorosos que hay en mí se acumulan en torno a él. Sé que debo ocultar mis sentimientos, debo reprimir la esperanza, debo recordar que no puedo importarle.

Lo haré con pocas palabras. Tiene frío porque se encuentra sola; no hay contacto que despierte el fuego que tiene dentro. Está enferma, porque está privada de los sentimientos más elevados y dulces que puede conocer el ser humano. Es tonta, porque, aunque sufre, no pide ayuda ni da un solo paso para acercarse adonde ésta la espera.

Es como si tuviera una cuerda debajo de las costillas de la izquierda, atada estrechamente con una cuerda similar en la zona correspondiente del pequeño cuerpo de usted. Si se interponen entre nosotros ese canal turbulento de agua y unas doscientas millas de tierra además, me temo que esa cuerda se rompa, y tengo la fantasía nerviosa de que empezaré a sangrar por dentro. En cuanto a usted, se olvidará de mí.

Comprendo la necesidad de mi partida, y es como contemplar la necesidad de la muerte. Y, si Dios me hubiera dotado de algo de belleza y una gran fortuna, le habría puesto tan difícil dejarme como lo es para mí dejarlo a usted.

- Los seres humanos jamás disfrutamos de la felicidad total en este mundo. Yo no nací para un destino diferente al resto de mi especie. Imaginar que me puede suceder tanto es un cuento de hadas, una fantasía.
- Que yo puedo y quiero hacer realidad.

Quiero a cada átomo de tu ser tanto como al mío propio; aunque estuviera dolorido o enfermo, seguiría queriéndolo. Tu inteligencia es mi tesoro y, aunque se rompiese, seguiría siendo mi tesoro. [...] Eres mi consuelo, lo mejor de mí mismo, mi ángel bueno; lazos muy fuertes me unen a ti. Nace en mi corazón una pasión ardiente y solemne dirigida a tu persona, que te convierte en el centro y el manantial de mi vida y hace que toda mi existencia gire en torno a ti.

Canción de la semana #23


Linkin Park ~ Bleed It Out

20 febrero 2014

Reseña: El corredor del laberinto.


Título original: The maze runner 
Autor: James Dashner 
Editorial: Nocturna 
Año: 2009 
Nº páginas: 524 
Precio: 17.00 

Puntuación: 4/5 

Sinopsis: Bienvenido al bosque. Verás que una vez a la semana, siempre el mismo día y a la misma hora, nos llegan víveres. Una vez al mes, siempre el mismo día y a la misma hora, aparece un nuevo chico, como tú. Siempre un chico. Como ves, este lugar está cercado por muros de piedra… Has de saber que estos muros se abren por la mañana y se cierran por la noche, siempre a la hora exacta. Al otro lado se encuentra el laberinto. De noche, las puertas se cierran... y, si quieres sobrevivir, no debes estar allí para entonces. 

¿Por qué? Esa es la pregunta constante de este libro. Y la verdad es que no me gusta cuando eso ocurre. Prefiero que todo tenga una explicación, un sentido. Pero con esta novela, es lo que hay. Es su esencia, lo que hace que sigas leyendo, o debería decir, devorando las páginas. Al principio, entiendes lo mismo que Thomas: nada. Y al final tampoco es que se resuelvan muchas incógnitas. Es como si el primer capítulo de una distopía juvenil se hubiera alargado 500 páginas. 

A pesar de la confusión, la situación queda bien planteada. No se sabe el porqué, pero hay que apechugar con el hecho de estar encerrados en el Claro, rodeados de un laberinto imposible y lleno de bichos horribles. A partir de ahí, podemos entender cómo se organizan estos chicos, quiénes son los líderes, a quién podemos coger cariño y cómo esto último va a ser la perdición del lector. Sí, hay laceradores y gente de CRUEL merodeando por ahí. Encariñarse con los personajes no es muy buena idea.

Tan solo he visto dos errores. Primero: ¿cómo es que a las plantas no les afecta la falta de lluvia, pero sí que se mueren cuando no hay sol? En segundo lugar: ¿Por qué en un sitio sin padres y sin convenciones sociales, estos chicos se inventan eufemismos para las palabrotas? ¿Y qué más les da, si las siguen diciendo igualmente? En fin, cosas que se me ocurren. 

Por otro lado, la acción es continua, sin apenas descanso. Aún así, la narración a veces resulta repetitiva; se hace hincapié sobre lo que ya se había sobreentendido, y eso le quita ritmo. Por lo demás, se lee en un suspiro y deja con un montón de preguntas aún por resolver. Tras el final, solo puede esperarse que su segunda parte, Las Pruebas, resuelva algo de todo esto.

25 enero 2014

To this day project - Shane Koyczan.

``La burla cruel y deliberada, los estudiantes que atormentan a sus compañeros y se mofan despiadadamente de ellos, son culpables de la transgresión más punible´´. Ya lo proclamaba Owen Meany, hace unas cuantas décadas. Hoy por hoy, nada ha cambiado. 

Sabemos que la teoría de que el hombre es malo por naturaleza pugna por afianzarse como una verdad universal, cada vez con más fuerza. Pero lo importante aquí no es satisfacer la innata necesidad de destruir, sino las víctimas cobradas en consecuencia. Víctimas prematuras, corrompidas ya desde la infancia... y para el resto de sus vidas. Y es que el eco de cada agravio verbal se retuerce en el cartílago de las orejas, taladra el tímpano y llega al estómago en un viaje cuya duración media ronda los setenta años. Aquel empujón en el pasillo del instituto prolonga su inercia a través de todas las multitudes con que uno pueda cruzarse, desde la cola del supermercado hasta cualquier calle que no esté desierta. Por mucho que se sacuda la capucha de la sudadera, esta seguirá atestada de bolas de papel, bañadas en pegamento invisible antes de su lanzamiento. 

La lucha contra cualquier tipo de acoso quizá sea una causa perdida, pero continúa siendo necesaria. Personas como Shane Koyczan conservan aún fuerzas suficientes para mantenerse en pie, y prestan su mano a quienes rozan la rendición. El proyecto To This Day supone el primer paso para que las víctimas de las que hablaba arriba sepan que no están solas. Nuestra simple contribución en Aralamit consiste en compartirlo, pero quién sabe a cuántas personas se puede ayudar con solo copiar un link. Por nuestra parte, es un esfuerzo mínimo.

 

Transcripción:

When I was a kid, I used to think that pork chops and karate chops were the same thing. I thought they were both pork chops, and because my grandmother thought it was cute and because they were my favourite, she let me keep doing it. Not really a big deal.

One day, before I realized fat kids are not designed to climb trees, I fell out of a tree and bruised the right side of my body. I didn’t want to tell my grandmother about it, because I was afraid I’d get in trouble for playing somewhere that I shouldn’t have been. Afew days later, the gym teacher noticed the bruise and I got sent to the principal’s office.

From there I was sent to another small room with a really nice lady who asked me all kinds of questions about my life at home. I saw no reason to lie; as far as I was concerned, life was pretty good. I told her “whenever I’m sad my grandmother gives me karate chops”. This led to a full scale investigation, and I was removed from the house for three days until they finally decided to ask how I got the bruises. News of this silly little story quickly spread through the school, and I earned my first nickname: pork chop. To this day, I hate pork chops.

I’m not the only kid who grew up this way; surrounded by people who used to say that rhyme about sticks and stones, as if broken bones hurt more than the names we got called... and we got called them all.

So we grew up believing no one would ever fall in love with us, that we’d be lonely forever, that we’d never meet someone to make us feel like the sun was something they built for us in their tool shed. So broken heart strings bled the blues, as we tried to empty ourselves so we would feel nothing. Don’t tell me that hurts less than a broken bone, that an ingrown life is something surgeons can cut away, that there’s no way for it to metastasize. It does.

She was eight years old our first day of grade three, when she got called ugly. We both got moved to the back of the class so we would stop get bombarded by spit balls. But the school halls were a battleground where we found ourselves outnumbered day after wretched day. We used to stay inside for recess, because outside was worse. Outside we’d have to rehearse running away, or learn to stay still like statues, giving no clues that we were there. In grade five they taped a sign to her desk that read: ''beware of dog''. 

To this day, despite a loving husband, she doesn't think she's beautiful because of a birthmark that takes up a little less than half of her face. Kids used to say: ''she looks like a wrong answer that someone tried to erase but couldn't quite get the job done''. And they'll never understand that she's raising two kids whose definition of beauty begins with the word ''mom''. Because they see her heart before they see her skin, that she's only ever always been amazing.


He was a broken branch grafted onto a different family tree. Adopted, but not because his parents opted for a different destiny. He was three when he became a mixed drink of one part left alone and two parts tragedy. Started therapy in 8th grade. Had a personality made up of tests and pills, lived like the uphills were mountains and the downhills were cliffs. Four fifths suicidal, a tidal wave of anti depressants and an adolescence of being called popper. One part because of the pills and ninety nine parts because of the cruelty, he tried to kill himself in grade ten, when a kid who still had his mom and dad had the audacity to tell him “get over it”, as if depression is something that can be remedied by any of the contents found in a first aid kit.

To this day, he is a stick on TNT lit from both ends. Could describe to you in detail the way the sky bends in the moments before it’s about to fall. And despite an army of friends who all call him an inspiration, he remains a conversation piece between people who can’t understand sometimes becoming drug free has less to do with addiction, and more to do with sanity.

We weren’t the only kids who grew up this way. To this day, kids are still being called names. The classics were: ''hey stupid'', ''hey spaz''. Seems like each school has an arsenal of names getting updated every year. And if a kid breaks in a school and no one around chooses to hear, do they make a sound? Are they just the background noise of a soundtrack stuck on repeat when people say things like ''kids can be cruel''?

Every school was a big top circus tent, and the pecking order went from acrobats to lion tamers, from clowns to carnies. All of these were miles ahead of who we were. We were freaks, lobster claw boys and bearded ladies. Oddities juggling depression and loneliness playing solitaire spin the bottle, trying to kiss the wounded parts of ourselves and heal. But at night, while the others slept, we kept walking the tightrope. It was practice, and yeah, some of us fell.

But I want to tell them that all of this shit is just debris, leftover when we finally decide to smash all the things we thought we used to be. And if you can’t see anything beautiful about yourself, get a better mirror, look a little closer, stare a little longer. Because there’s something inside you that made you keep trying, despite everyone who told you to quit. You built a cast around your broken heart and signed it yourself. You signed it “they were wrong”.

Because maybe you didn’t belong to a group or a click, maybe they decided to pick you last for basketball or everything, maybe you used to bring bruises and broken teeth to show and tell but never told. Because how can you hold your ground if everyone around you wants to bury you beneath it? You have to believe that they were wrong. They have to be wrong.

Why else would we still be here? We grew up learning to cheer on the underdog, because we see ourselves in them. We stem from a root planted in the belief that we are not what we were called, we are not abandoned cars stalled out and sitting empty on a highway. And if in some way we are, don’t worry, we only got out to walk and get gas. We are graduating members from the class of ''fuck off, we made it''. Not the faded echoes of voices crying out names will never hurt me.

Of course, they did. But our lives will only ever always continue to be a balancing act that has less to do with pain, and more to do with beauty.