24 marzo 2014

Reseña: Jane Eyre.

Título original: Jane Eyre
Autora: Charlotte Brontë
Editorial: Alianza
Año: 1847
Nº páginas: 656
Precio: 10.90

Puntuación: 6/5

Sinopsis: Dueña de un singular temperamento desde su complicada infancia de huérfana, primero a cargo de una tía poco cariñosa y después en la escuela Lowood, Jane Eyre logra el puesto de institutriz en Thornfield Hall para educar a la hija de su atrabiliario y peculiar dueño, el señor Rochester. Poco a poco, el amor irá tejiendo su red entre ellos, pero la casa y la vida de Rochester guardan un estremecedor y terrible misterio.

Segundo libro que se lleva el 6 en lo que llevo de reseñas (y de lecturas vitales). Sí, me paso un poco por el forro la puntuación fraccionada, ¿pero qué le voy a hacer si algunos libros se salen de lo calificable? Este en cuestión, destaca con creces.

Más de seiscientas páginas narradas en primera persona permiten conocer a Jane Eyre como si fuéramos ella misma. Hablo en sentido figurado, pues su carisma, fortaleza, determinación y humildad son difíciles de igualar. Dichos rasgos, además, resultaban del todo inusuales en el sector femenino de la época. Jane Eyre es uno de los personajes a quien más he llegado a admirar, con cada decisión que tomaba y con cada pensamiento que cruzaba su mente. He sufrido con ella en sus peores momentos, y me he sentido orgullosa de sus logros.

En cuanto al señor Rochester, he tenido un problema. Me he enamorado yo también. Cada párrafo suyo me cortaba la respiración, me ponía literalmente la piel de gallina o me dejaba tumbada en la cama (o en el suelo, según me pillase, porque no hay espalda más sufrida que la de un ávido lector). No es el típico galán encantador, misterioso o prepotente (lo habría odiado si fuera este el caso). No. Se trata de un ser torturado por los errores cometidos en el pasado, pero que sin embargo ha aprendido de la experiencia. No se deja llevar por las primeras impresiones; rechaza las apariencias y los bienes terrenales. Como él dice, no sirve de nada la jaula si no se puede acceder al pájaro, que en todo momento ha de ser libre.

Con dos protagonistas como estos, queda demostrado que no hay amor más profundo que el profesado por quien no cree que merezca ser correspondido. No me quiero olvidar de Helen Burns, única amiga de Jane durante su estancia en el internado. Aunque su aparición es breve, basta para darnos unas cuantas lecciones de humildad, resignación, bondad, fe y esperanza.

Por otro lado, es una preciosidad cómo está escrito. No resulta difícil de seguir, pero queda claro que nunca debimos abandonar el lenguaje del siglo XIX. He repetido la lectura de muchos fragmentos, debido no a la incomprensión, sino al simple deleite de leerlos.

En definitiva, Jane Eyre es un must-read en toda regla. Ha cambiado mi trayectoria como lectora y ha afianzado mis propios valores, aunque no por ello quedo exenta de enseñanzas. Como norma, asumiré que el apellido Brontë es sinónimo de genialidad impresa.

Es una sensación muy extraña para una persona joven y sin experiencia encontrarse totalmente sola en el mundo, alejada de todo lo conocido, insegura de poder alcanzar su destino e incapaz, por muchos impedimentos, de volver al lugar de origen.

Si hubiese sido un caballero guapo de aspecto heroico, mi instinto me hubiera dicho que no podría ni querría congeniar conmigo, y lo habría evitado como evitaría el fuego, los rayos o cualquier otra cosa brillante pero hostil.

Todos los sentimientos buenos, puros y vigorosos que hay en mí se acumulan en torno a él. Sé que debo ocultar mis sentimientos, debo reprimir la esperanza, debo recordar que no puedo importarle.

Lo haré con pocas palabras. Tiene frío porque se encuentra sola; no hay contacto que despierte el fuego que tiene dentro. Está enferma, porque está privada de los sentimientos más elevados y dulces que puede conocer el ser humano. Es tonta, porque, aunque sufre, no pide ayuda ni da un solo paso para acercarse adonde ésta la espera.

Es como si tuviera una cuerda debajo de las costillas de la izquierda, atada estrechamente con una cuerda similar en la zona correspondiente del pequeño cuerpo de usted. Si se interponen entre nosotros ese canal turbulento de agua y unas doscientas millas de tierra además, me temo que esa cuerda se rompa, y tengo la fantasía nerviosa de que empezaré a sangrar por dentro. En cuanto a usted, se olvidará de mí.

Comprendo la necesidad de mi partida, y es como contemplar la necesidad de la muerte. Y, si Dios me hubiera dotado de algo de belleza y una gran fortuna, le habría puesto tan difícil dejarme como lo es para mí dejarlo a usted.

- Los seres humanos jamás disfrutamos de la felicidad total en este mundo. Yo no nací para un destino diferente al resto de mi especie. Imaginar que me puede suceder tanto es un cuento de hadas, una fantasía.
- Que yo puedo y quiero hacer realidad.

Quiero a cada átomo de tu ser tanto como al mío propio; aunque estuviera dolorido o enfermo, seguiría queriéndolo. Tu inteligencia es mi tesoro y, aunque se rompiese, seguiría siendo mi tesoro. [...] Eres mi consuelo, lo mejor de mí mismo, mi ángel bueno; lazos muy fuertes me unen a ti. Nace en mi corazón una pasión ardiente y solemne dirigida a tu persona, que te convierte en el centro y el manantial de mi vida y hace que toda mi existencia gire en torno a ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario